sábado, 26 de febrero de 2011

Cocobrillo


Elba Rodríguez A.

Lagarto y Caimán jugaban entre penumbras en el pantano. No les importaba la oscuridad. Usaban sus patas como remos para desplazarse con rapidez, mientras se lanzaban cuanto cosa encontraban, con sus largas colas.
Una estrella fugaz cayó en medio de los dos que, sin reparar siquiera en lo que era, comenzaron a disputársela.
Lagarto la enlazó con su larga y fuerte cola y se la lanzó con fuerza a Caimán que, sin lograr atraparla, con la boca abierta por la sorpresa, se la tragó completa.
Sintió en su cuerpo un agradable calor y la certeza de que nunca más volvería a sentir frío.
Desde entonces, Caimán ilumina el pantano por las noches. De vez en cuando sube al firmamento.
¿Lo has visto alguna vez caminando por el firmamento, muy cerca de la Luna?

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