martes, 16 de febrero de 2016

Honorato el Pulpo




Ilustraciones: Miguel Carmona Virgen

Honorato el pulpo quería ser bailarín. Soñaba, anhelaba, tener cuatro pares de zapatillas livianas, muy livianas, para bailar con ellas en medio de cualquier corriente marina. Se preguntó si alguien sabía dónde encontrarlas. A los primeros que se acercó a interrogar fue a cangrejos y camarones, langostas y langostinos. A ellos antes que a nadie porque, aunque tienen cinco pares de patas, se mueven ligeritos, ligeritos. Preguntó también al dragón de mar foliado, tan elegante; al hermoso Monstruo acuático, a las estrellas de mar… pero nada. Ninguno ha usado jamás zapatos ni zapatillas. Y no sólo no le informaron; se rieron mucho por la graciosa pronunciación del pequeño molusco. Tenía que soplar con fuerza para que le saliera el sonido de la zeta, y abrir mucho la boca para pronunciar la doble ele, aunque por lo general no lo lograba. Su corta edad no se lo permitía.
Pero si alguna cualidad tenía el pulpito, era su gran ánimo. Sus tres corazones latían suavecito, confiados cada vez que emprendía una nueva aventura.
Se encaminó velozmente a lo más profundo de los mares, envuelto en una nube de agua y tinta. Fue en busca del más antiguo pez, el más sabio: Don Celacanto.
-No las necesitas –le contestó lacónico.
Tampoco esto desanimó al joven octópodo. De nuevo en retropropulsión, se encaminó a su casa entre los agujeros de un montón de rocas. Necesitaba pensar con calma cómo lograr su objetivo. Concluyó que tal vez lo que no comprendían sus amigos era la razón por la cual quería lucir elegante al menos una vez. Verse como un auténtico bailarín. Un bailarín de cartelera. Pero claro que eso no era un obstáculo para que él siguiera bailando mecido por las corrientes del mar.
Sus vecinos lo vieron regresar hecho la raya, sin que se detuviera a hacer más preguntas o a conversar, como era su costumbre. Lo querían muchísimo y lo admiraban por su gran inteligencia y su buen carácter. Se sintieron mal no sólo por no haberlo apoyado; se arrepintieron por haberse reído de sus ocurrencias y su peculiar pronunciación. Aunque bien sabían que Honorato no se preocupaba de las risas.
Las conchitas y los calamares convocaron esa tarde a una reunión para formar un Concejo Marino. El cariño por Honorato les hizo ponerse en acción. Querían que se sintiera respaldado.
Acordaron reunirse al día siguiente para diseñar las zapatillas que la cría soñaba. Querían darle gusto a su pequeño buen amigo, aunque para ellos el asunto de las zapatillas no era importante. Les importaba él, verlo contento.
Las hicieron con algas marinas. Sin anticiparle nada, le pidieron que bailara para todos el siguiente fin de semana. Honorato aceptó de buen grado. Le encantaba bailar. Pero sin zapatillas… No le dejaron continuar. De hecho, él mismo se rio de lo que parecía una necedad más que un deseo.
Llegó el día en que el pulpo haría su aparición artística.
Las caracolas dejaban escapar dulces notas, los cangrejos hacían sonar sus tentáculos y las ostras tintineaban sus perlas dentro de las valvas.
Honorato apareció sonriente, dispuesto al baile. Antes de que se acomodara para iniciar, los camarones corrieron a calzarle los ocho tentáculos. Se entusiasmó tanto por la sorpresa que, sin querer, expulsó con demasiada fuerza el agua de su sifón.
Salió disparado a casi un kilómetro de donde iniciaría la danza.
Las zapatillas salieron expulsadas con fuerza de sus tentáculos, estrellándose y desgarrándose contra los asombrados corales.
El público enmudeció. Expectantes, todos los habitantes del mar ahí presentes veían a su amigo con ansiedad, anticipándose a su desilusión.
Pero él ni cuenta se dio. Estaba tan contento de bailar y de haber recibido el regalo sorpresa, que sólo reparó en la ausencia de las anheladas zapatillas cuando miró las puntas de sus brazos.
Honorato cambió varias veces de color, abrió grandes los ojos y dejó correr dos lágrimas… ¡Así de fuertes eran las carcajadas que se le escaparon, mientras en medio de otra nube de agua y tinta iba de un lado a otro, sin parar de bailar! 

domingo, 20 de enero de 2013

Las tunas de la paz



Elba Rodríguez Ávalos
Doña Lechuza se puso muy contenta cuando doña Golondrina la invitó por primera vez a cenar a su casa. Su amiga le dijo, como referencia, que a la entrada había un gran nopal de tunas rojas.

-Pero ten cuidado de no equivocarte de nopal –le dijo la golondrina. -Junto al mío hay uno de tunas amarillas; ahí vive el halcón Peregrino, quien por cierto ya se ha comido a varios vecinos.

Doña Lechuza, tímida por naturaleza, no se atrevió a confesar a su anfitriona que era incapaz de reconocer más colores que los diversos tonos de gris.

Oscurecía cuando llegó frente a los nopales referidos. Se quedó muy quieta, tratando de adivinar cuál de las dos casas era la de su amiga; cuál de los dos nopales tenía tunas rojas y no amarillas.

Entre tanto, el halcón, que volaba en lo alto, la reconoció con su aguda vista. Recordó que las lechuzas tienen muy buen oído, y se preparó para caerle encima en silencioso vuelo, para atraparla en picada.

Se abalanzó con tal rapidez, que no pudo esquivar los nopales cuando la lechuza, a punto de ser atrapada, percibió un sonido extraño, y se hizo a un lado con rapidez.

El halcón quedó atolondrado y dolorido en medio de las espinosas pencas.

El ave nocturna, además de tímida, era muy noble. Llamó a la golondrina con premura y entre las dos, con sus picos, sacaron todos los ahuates del cuerpo del halcón Peregrino.

Agradecido, cada vez que está a punto de oscurecer, va en busca de sus dos nuevas amigas para disfrutar con ellas las dulces tunas de los dos nopales.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Rana con flauta


Elba Rodríguez Ávalos
 
Cuentan los que cuentos cuentan que hace mucho tiempo, cuando la Tierra era todavía una masa tibia, cerquita del enfriamiento, surgieron las ranas. Eran muy pocas. En verdad eran poquísimas: sólo una por color.

Eso sí, eran diversas: la verde, la parda, la amarilla, la de manchas negras, la roja...

La rana verde pensó cómo pegar el salto más largo que jamás pudiera dar rana alguna, para llegar al firmamento y buscar allá arriba nuevos vecinos, o incluso para ver si notaba saltos de ranas acá abajo.

Para lograrlo, se inventó un método: como nació con el don de la música, de un carrizo se hizo una flauta, virtud que le admiraba el resto de amigas raniles.

Se acomodó sobre sus ancas para tocar a sus anchas, sin prisas, suavecito. Nació el viento con su música y la elevó por fuera del planeta.

Poco a poco fueron surgiendo nuevas notas que corrieron a acomodarse alrededor de la rueda mundo, sonorizándolo al tiempo que lo iba pintando de azul y blanco en la parte más alta. De su sonido nacieron también las nubes.

La luna, al escuchar las dulces melodías de la flauta de la rana, como cobra hipnotizada por la flauta de un gurú, rodó cerca de ella lo más que pudo, cuidadoso de no interrumpirla.  

Ante la cercanía plateada, algo le pasó a la rana, que de pronto se vio envuelta en una luz extraordinaria: un manantial luminoso que descendía alegre, melódico, desde su flauta. Surgió así el alba, conforme la luna se iba quedando dormida, sonriente, arrullada por la música de la ranita.

Y abajo brotó la vida. La bola entera fue llenándose de flores que muy pronto se vieron rodeadas por abejas, mariposas y colibríes. Crecieron árboles llenos de frutos y aves cantoras de llamativos colores en sus plumas. Nacieron peces en las aguas. El mundo se volvió un lugar mágico, como el arco iris  luego de la lluvia con sol.
Cada vez que la luna comienza a retirarse y el sol todavía no se anima del todo  a asomarse, vuelve a sonar la flauta de la rana que desciende su música suavecita y cálida, en notas mariposas que envuelven al Universo. ¿Escuchas?

viernes, 14 de diciembre de 2012

Patachica colalarga

 
Patachica, el ratón más juguetón, quiso esconderse para que sus hermanos y amigos no lo descubrieran pero, como solía ocurrirle con frecuencia, olvidó recoger su larga cola, tan larga como cortos eran sus pies.
Por supuesto, lo descubrieron y, además, volvieron a burlarse de su kilométrica cola.
Ojos Grandes, su pequeña vecina, lo miraba amigable y compasiva.
-¿Cómo es que tengo esta cola tan larga? –preguntaba él con desaliento.
-¡Colalarga! Deberías llamarte Colalarga, Colalarga, Largacola, largalargacola… –coreaban los burlones.
-No hagas caso, sabes que te quieren, pero les encanta molestar –dijo Ojos Grandes con consoladora voz.
Pero el ratón se retiraba invariablemente molesto, amargo, triste, en silencio.
Entonces Patachica se encerraba en su habitación. Sólo ahí, lejos de las bromas de los demás, se sentía tranquilo.
Cierto día, un ruido extraño llegó hasta la morada de los ratones. El ruido llegó acompañado por un olor bastante conocido por él: ¡Gato! ¡Olía a gato!
Patachica Colalarga salió a toda carrera para prevenir al grupo de pequeños roedores que jugaban en la calle, en la acera de enfrente.
Un gato grande estaba a punto de saltar sobre ellos. Patachica chilló lo más agudo que pudo para avisarles, al tiempo que les lanzaba su larga, larga cola, hasta alcanzarlos.
Ante el grito de alerta el resto de la ratonil familia temblaba asustada. Instintivamente se asieron de la cola que, como fuerte soga se les presentaba de manera providencial.
Patachica, con gran esfuerzo, poniendo toda su energía, tiró de ella levantándolos a todos, y jalándolos hacia sí.
¡Justo a tiempo! El enorme gato se elevaba por los aires en un gran salto para atraparlos. Cayó en el piso vacío, desconcertado.
 
Ahora, Ojos grandes, su amiga, aplaude entusiasmada mientras Patachica Colalarga juega a ver cuántos ratones puede sostener en su ahora admirada fuerza proveniente de su cola.
A Patachica no le molesta más que lo llamen Colalarga. Lo llaman así con gran cariño. Nadie ha vuelto a burlarse de su cola, tan larga como su valentía.
 
 

jueves, 13 de diciembre de 2012

Un rayo de sol para espantapájaros

  
Los brazos del viejo y olvidado espantapájaros estaban a punto de vencerse por el peso del montón de pájaros sobre ellos. De su sombrero hecho girones caían trozos de paja, pretendiendo simular el sudor humano.

Intentó sacudírselos sin éxito.

Rayo de Sol, la pajarita más pequeña, comenzó a picarle los ojos y la nariz.

-¡Ay! –Se quejó el muñeco.

-¿Quién dijo “ay”? –preguntó en voz alta Rayo de Sol, asustada, volteando para todos lados, para ver de dónde provenía el lamento.

-¡Pues quién ha de ser! ¡Yo! –Replicó espantapájaros con voz dolorida-. Me estás picando y, ¿quieres que no me queje?

-¿Tú? ¿El espantapájaros? –dijo asombrada Rayo de Sol, abriendo los ojos como caleidoscopio de coloridas formas. –Mis papás dicen que eres un muñeco, un hombre de a mentiras que la gente hace para asustar a la parvada.

-Sí, soy un hombre de a mentiras, pero un espantapájaros de verdad –repuso molesto el muñeco hecho de trapos y palos.

-¿Me debo asustar? –preguntó temerosa.

-¡Mmmmmm! –musitó con enojo el espantapájaros. -¡Deberías! Pero, hace tanto tiempo que estoy aquí, que ya nadie se asusta de verme. Me había acostumbrado a aguantarme y guardar silencio pero, cuando comenzaste a picarme los ojos, ¡ya fue el colmo! Que se me paren en los brazos y el sombrero y se pongan a cantar, ¡es muy bonito! Pero, que ya hasta me piquen, sin ningún respeto… ¡No se vale! –dijo al tiempo que dos lágrimas corrían por sus mejillas descoloridas y llenas de polvo.

-¡No llores! –exclamó con angustia Rayo de Sol. –Yo no sabía que sí sientes, ¡discúlpame!

-No te preocupes. Ando muy sentimental ¡Es que me siento tan solo! –respondió el espantapájaros soltando de nuevo el llanto.

-Al que no habla, Dios no lo oye –dijo con una gran sonrisa la hermosa avecita. -¿Cómo vas a estar solo si somos una gran parvada? Y, si tú quieres, podemos ser tus amigos –remató guiñando un ojo.

 
Y cuentan los que cuentos cuentan, que desde entonces las aves se han hecho grandes amigas de todos los espantapájaros del mundo.

Si no me crees, cuando vayas al campo observa cómo, alrededor de ellos, revolotean aves de todos los tamaños y colores, en medio de un gran algarabía.

sábado, 20 de octubre de 2012

El vampiro negro

Mi querido y admirado amigo Luis Pescetti cantando una de las canciones más solicitadas. ¡Disfrútenlo!

lunes, 30 de abril de 2012

Celebración

 

http://www.flickr.com/photos/ladyorlando/

Celebro contigo
cada nube
cada oleaje del día
y cada estrella asombrada
de la noche
mientras creces.

Celebro y danzo
el barro modelado
el pan y el agua
que han forjado tu sonrisa cotidiana

Eres trino y quietud
polvo luminoso sobre las ramas
del árbol de la vida que se agita
cuando brinca y salta tu voz
de una flor a otra.

Celebro y canto y danzo
tomada de tu mano
para juntos abrir las corolas del día
despertaré contigo
el rostro amodorrado
del amarillo sol.


Y celebro contigo
las perlas de tus ojos
soles que abren
las herrumbradas puertas
de este mundo
y el trino danzarino de tu voz
que se sacude el miedo
para habita alegre la mañana
con mansedumbre de ave
que festeja su canto
y abre sus alas
al ritmo amoroso de la infancia.