miércoles, 9 de marzo de 2011

Al ritmo de la música


Naya se enroscó en el pasto disponiéndose a disfrutar de una buena siesta, cuando un sonido de pasos que se acercaban la puso en estado de alerta.
Silenciosa, se estiró siseando, mientras desde su mancha en forma de anteojos de la parte posterior de su capucha parecía observar detenidamente hacia el lado contrario.
Descubrió a una niña morena que, con una flauta en la mano, se acomodaba plácidamente sobre las abultadas raíces de un gran árbol.
La cobra se deslizó hasta quedar frente a ella. Entonces se irguió.
Naguibe abrió los ojos muy asustada, paralizada por el miedo. Quiso gritar, pero la mirada fija de la víbora la dejó boquiabierta.
-¿Por qué no tocas la flauta? –Preguntó Naya con su lenta y suave voz.
Naguibe no podía articular palabra.
-¡Anda! –insistió la cobra negra. –Hace mucho que no bailo, y seguro te habrán contado cuánto nos gusta la música a las de mi especie, ¿verdad?
La niña comenzó a tranquilizarse con la pausada voz de Naya.
-Pero… ¿No vas a morderme? –Preguntó la niña, desconfiada.
-Nunca muerdo a quien carga una flauta. Ya te dije que me gustaría muchísimo que tocaras algo.
La pequeña niña hindú tomó su flauta y comenzó a interpretar una suave melodía.
-Algo con ritmo más movido –le urgió Naya.
Entonces Naguibe cambió la melodía, haciéndola más alegre.
Naya se contoneaba muy contenta al ritmo de la música, mientras Naguibe tocaba sonriente, ya sin pizca de miedo.
Luego de tocar alrededor de una hora, la “víbora con anteojos” fue cerrando poco a poco los ojos, hasta quedarse dormida, bien enroscada sobre el pasto.
No hay día que Naguibe salga de casa sin cargar su flauta. Al cruzar cualquier camino, baila al ritmo de la alegre música que no para de interpretar hasta alcanzar su destino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario