viernes, 11 de marzo de 2011

Las alas de las Estrellas


Una noche, en lo alto del cielo,  dos pequeñas estrellas platicaban muy animadas, tramando travesuras.
-¡Yo quiero conocer de cerca el mundo! Vamos ahora que mamá se está tardando en arreglarse –decía la más pequeña.
-¡Sale y vale! –contestó animada la mayor. –Pero si nos descubren no vayas a echarme la culpa como siempre, ¿eh? –le advirtió sentenciosa.
-Yo no te echo la culpa –respondió indignada la hermanita- Como eres más grande que yo, todos suponen que tú eres la que promueve las travesuras. Como si yo no tuviera ideas propias.
Comenzaron a descolgarse del manto pero, por la prisa de no verse descubiertas, la más pequeña tropezó precipitándose al vacío, entre gritos que se sofocaban por la velocidad, mientras arrastraba a muchas estrellas más con ella.
La Luna salió inquieta, pero era demasiado tarde.
La luna madre reprendió a la otra estrella que cintilaba por el miedo de lo acontecido. Ésta entró en terror y se dejó caer al vacío.
La Luna, desesperada, pidió ayuda a la Naturaleza.
-No puedo hacer gran cosa –le contestó con compasiva voz– Son demasiadas. Controla a las demás mientras pienso que hacer.
-¡Pero todas son mis hijas! –urgía la madre con dolorida voz.
-Puedo dotarlas de alas antes de que toquen tierra firme. Por lo menos evitaremos que mueran al estrellarse. Pero, te advierto, no podrán volver a ocupar su lugar en el cielo.
-¡No importa! –Replicó la Luna-. Lo único verdaderamente importante es que no mueran. ¡Sálvalas, por favor!
La Naturaleza envolvió con su magia a los pequeños astros convirtiéndolos en diminutos insectos alados y luminosos.
Cuentan que desde entonces, gracias al amor y desapego no egoísta de la Luna madre, existen las luciérnagas, que con su luz buscan el camino por dónde regresar al firmamento.

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