miércoles, 23 de marzo de 2011

Las tunas de la paz

Doña Lechuza se puso muy contenta cuando doña Golondrina la invitó por primera vez a cenar a su casa. Su amiga le habló de un gran nopal de tunas rojas a la entrada, como referencia.
-Pero ten cuidado de no equivocarte de nopal –le dijo la golondrina. -Junto al mío hay uno de tunas amarillas; ahí vive el halcón Peregrino, quien por cierto ya se ha comido a varios vecinos.
Doña Lechuza, tímida por naturaleza, no se atrevió a confesar a su anfitriona que era incapaz de reconocer más colores que los diversos tonos de gris.
Oscurecía cuando llegó frente a los nopales referidos. Se quedó muy quieta, tratando de adivinar cuál de las dos casas era la de su amiga; cuál de los dos nopales tenía tunas rojas y no amarillas.
Entre tanto, el halcón, que volaba en lo alto, la reconoció con su aguda vista. Recordó que las lechuzas tienen muy buen oído, y se preparó para caerle encima en silencioso vuelo, y atraparla en picada.
Se abalanzó con gran rapidez. La lechuza, a punto de ser atrapada, percibió un sonido extraño, y se hizo a un lado, así que el halcón no pudo esquivar los nopales .
Quedó atolondrado y dolorido en medio de las espinosas pencas.
El ave nocturna, además de tímida, era muy noble. Llamó a la golondrina con premura y entre las dos, con sus picos, sacaron todos los ahuates del cuerpo del halcón Peregrino.
Agradecido, cada vez que está a punto de oscurecer, va en busca de sus dos nuevas amigas para disfrutar con ellas las dulces tunas de los dos nopales.

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